Solo sacar del armario las cazadoras náuticas se me ilumina la cara
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Solo sacar del armario las cazadoras náuticas se me ilumina la cara

Solo sacar del armario las cazadoras náuticas se me ilumina la cara

Solo sacar del armario las cazadoras náuticas se me ilumina la cara.
El capitán me comenta el parte meteorológico desde hace unos días y por fin vemos una ventana de apenas tres horas que nos concede el mistral, justita; pero perfecta para hacer el traslado desde Castelldefels al Masnou.
Una navegación costera, breve, agradable, viento racheado y muy variado, no pusimos velas, que lastima.
Me emociona navegar con este barco, me han venido recuerdos mágicos de cuando vivíamos a bordo de nuestro velero JU, por su gran parecido pero a lo grande.
¡Un Gulf Star de 60 pies!
Robusto, confortable, voluminoso, seguro, de esos veleros que aguantan a rabiar y que te dejan tiempo a reaccionar antes de orzar.
Me impresiona ver los winches, los stays, la cruceta que parecen que sean indestructibles y pueden aguantar un temporal sin problemas.
Enamorada de los manguerotes de acero, esos que siempre quise para nuestro hogar y nunca pudimos, porque las listas en un velero siempre son interminables y nuestra premisa siempre era sin duda la seguridad delante de la estética.
Deleitándome viendo la costa, oliendo el salitre, notar en la cara el viento fresco y el sol de invierno que tanto se agradece.
Que maravilla de barco, tan marinero, un placer poder navegar unas horitas.
Llegando a Masnou empieza a subir el viento, vuelve la castañada tal y como estaba prevista.
La entrada en el puerto es un ritual, como de una melodía se tratará, suave, dulce, tranquila donde nos concentramos y nos coordinamos capitán y marinera. Comentamos la estrategia a seguir para la maniobra perfecta.
Colocamos las defensas, preparamos las amarras bien adujadas y listas para que vuelen directamente al marinero que aguarda en el muelle.
El Capitán decide amarrar por popa para que el armador pueda subir a bordo con más facilidad.
Si el barco no respondiera bien por culpa del viento y o la corriente Marc abortaría esta maniobra, volvería a salir y retomaría la operación más simple, amarrándolo por la proa.
Nunca deja de fascinarme la tranquilidad y templanza del capitán a la rueda, la arrancada perfecta justo para poder colocar el velero de 20 metros de eslora por la popa, entre un velero y una motora que parece un muro infranqueable de tan alta que es. Visualmente parece imposible que tenga espacio, pero, poco a poco se va acomodando, una vez ha entrado suavemente hacemos las maniobras de atraque.
Siempre es una alegría llegar a buen puerto y lo celebramos con unas cervecitas en el bar, donde se reúnen los marineros, un lugar acogedor.
Feliz y agradecida de sentir esa libertad que solo me da el mar.
Os deseamos que se cumplan todos vuestros deseos!
Buena proa marineros!
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